13/10/10

EL PADRE MISERICORDIOSO.Lucas 15, 11-32


                                             El Padre Misericordioso
                                                  Lucas 15, 11-32

Jesús contó otra historia para demostrarnos cuánto nos ama Dios y que el siempre está dispuesto a perdonar nuestras faltas.
Había un hombre que tenía dos hijos. El menor dijo a su padre: "Quiero que me des ahora la parte de la herencia que me corresponde".
Entonces el padre dividió todo lo que tenía y dio a su hijo menor lo que le correspondía.
             Unos días después, el muchacho preparó todas sus cosas y partió para un largo viaje. Muy pronto gastó todo su dinero en fiestas y diversiones. Cuando se le acabó el dinero, sobrevino una pobreza muy grande en la tierra donde él estaba. El muchachio no tenía cómo conseguir un poco de comida.
Al fin encontró trabajo con un granjero, que lo puso a cuidar sus cerdos. El joven tenía tanta hambre que incluso la comida de los cerdos le parecía sabrosa para él.Sin embargo, nadie le ofrecía nada para comer.
Esta situación le ayudó a comprender el por qué se sentía tan infeliz. "Los sirvientes de mi padre están mucho mejor que yo. Debería regresar a mi casa y decir a mi padre: "Padre, pequé contra Dios y contra ti. No merezco que me llames  hijo tuyo.
Por favor, déjame trabajar como uno de tus sirvientes":
           El hijo menor se preparó para decir esto a su padre y regresó a su casa. Mientras tanto, el padre todos los días miraba el camino. Pensaba en su hijo y se preguntaba qué le habría sucedido. Un día vio, a la distancia, a un andrajoso peregrino que se dirigía hacia él. Aunque el viajero todavía estaba muy lejos y sus ropas estaban rotas y sucias, el padre lo reconoció,¡Era su hijo menor! ¡Su hijo regresaba a casa!
El hombre corrió al encuentro del muchacho, lo abrazó y lo besó. Éste miró los bondadosos ojos de su padre y le dijo: "Padre, pequé contra Dios y contra ti. No merezco que me llames hijo tuyo...".
        Pero el padre ya estaba llamando a sus servidores.
"¡Pronto! ¡Traigan las mejores ropas! Pongan un anillo en su dedo y zapatos nuevos. ¡Preparen una fiesta para que podamos celebrar! Porque pensé que mi hijo había muerto, pero está sano y salvo. ¡Estaba perdido, pero ahora lo he recuperado!". y así fue como hubo una gran fiesta para recibir al hijo menor.
El hijo mayor estaba trabajando en el campo cuando sucedió todo esto. Cuando regresaba a su casa oyó la música. Entonces preguntó a un sirviente:
"¿Qué está pasando?". El sirviente le respondió: "Es una fiesta! ¡Tu hermano que estaba perdido ha regresado a casa; y tu padre mató un cordero bien cebado para celebrarlo!". Cuando el hijo mayor oyó esto, se nojó mucho y no quiso entrar a la casa. Su padre salió para ver qué sucedía.
"He trabajado para ti durante muchos años", comenzó a decir el hijo mayor. "Siempre te obedecí, sin embargo nunca me diste ni siquiera un cabrito para festejar con mis amigos. ¡Y ahora este hijo tuyo regresa después de haber gastado todo tu dinero y matas el mejor cordero para él!". "Hijo", le respondió su padre, "tú siempre has estado conmigo. Todo lo que tengo es tuyo. ¡Pero tenemos que estar contentos y celebrar! ¡Tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado!".

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Dios, nuestro Padre, siempre está listo para perdonarnos, sin importar lo que hayamos hecho. Cuando nos arrepentimos y decidimos dejar de hacer algo que sabemos que está mal, nuestro Padre bueno y misericordioso siempre nos da la bienvenida y perdona nuestros pecados. Dios siempre nos ama como a sus hijos e hijas.